El otro y su necedad

Editorial de la semana

La Raíz - Pensamiento Crítico
2 min readApr 20, 2020

Por Roberto Navarrete

Lunes, 20 de Abril de 2020

En situaciones en que la razón no alcanza, la culpa suele hallarse en el otro. Pero no cualquier otro. El otro no es nuestro amigo o nuestro primo. Es un otro más lejano, al que le tenemos mayores prejuicios. Prejuicios que, en crisis, se pronuncian libres y hasta suenan necesarios.

Qué necio el trabajador informal, que no se puede quedar en casa para evitar que el virus se siga propagando. ¿No entenderá que si sale, se contagia y muere, igual no podrá seguir trabajando? Digo, yo no quisiera que sus niños padezcan, pero debió haber pensado en eso antes. ¿Por qué no ahorró? Seguramente por la cultura ecuatoriana. En otros países sí ahorran para tiempos difíciles. Yo trato de ser como ellos. Esa otra gente aparte de su trabajo recibe hasta bono. Y ni así.

Qué necio el obrero asalariado, que no quiere renunciar a derechos laborales que han sido conseguidos costando hambre y sangre a pasadas generaciones. ¿No entenderá que va a perder su trabajo y así no tendrá ni de que quejarse? Digo, es verdad que los productos han subido, que las empresas están despidiendo y que el gobierno pretende cobrar más impuestos. Pero algo es mejor que nada. A mí, cien dólares al mes ya no me alcanzan ni para la comida. Pero el otro no es yo, al otro para algo le ha de servir, supongo.

Qué necia la mujer que ahora tiene que quedarse aislada en casa, con alguien que representa un peligro constante para ella misma y sus hijos. ¿No entenderá que si denunciaba antes la habríamos apoyado con cuidado y contención? Digo, si nosotros siempre estamos prestos a creer a una mujer que sufre de violencia. Nunca pensamos que es una exagerada o que en “problemas de pareja” nadie se mete. Al final, ella tiene la culpa de que su familia sufra.

Qué necio es el guayaquileño, que no es organizado y no cumplió el toque de queda. Que tiene afinidad por equipos y partidos políticos que comparten el color amarillo. ¿No entenderá que debió haber votado bien para no estar en problemas este momento? Digo, en Ecuador siempre hemos tenido una espléndida variedad en nuestra clase política, y no nos limitan condiciones socio-económicas distintas al rayar una papeleta. Votan mal y luego se quejan.

Un montón de necios. Y yo. Bueno, y unos pocos sensatos como yo también. Sensatos, que no trabajan en la calle, no dependen de un salario, no sufren violencia y no viven en la ciudad que resultó ser el epicentro regional de un desastre sanitario. ¿Por qué en este país no habrá más sensatos como yo? ¿Por qué estará tan lleno de los otros?

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