Feriados: Biopolítica y necropolítica a la ecuatoriana
Por Jorge Almeida
Para Michel Foucault, el poder soberano se asienta sobre su capacidad de dispensar muerte, de decidir sobre qué elementos de la sociedad deben morir y cuáles deben vivir. Sin embargo, con la modernidad, este poder asentado principalmente en la capacidad de matar (ejecuciones, etc), irá transitando, sin abandonar su capacidad de dar muerte, hacia un poder que se centra ya no en matar sino en hacer vivir.
Este tipo de poder que se centra en la gestión de la vida humana, en el establecimiento de políticas y normativas (estadística, políticas de salud pública , políticas de acceso a servicios básicos, etc.) que permitan la supervivencia de una población se denomina biopolítica.
Siguiendo esta línea de pensamiento el filósofo camerunés Achille Mbembe desarrolló el concepto de necropolítica, comprendiendo que tal vez el concepto de biopolítica se queda corto al momento de comprender la íntima relación entre la muerte y el ejercicio de poder. En especial en el llamado tercer mundo, sitiado por narco estados, guerra, terrorismo, hambruna, criminalidad y violencia estatal. Hechos que demuestran que, en estos sectores del mundo, el poder no se encuentra avocado a gestionar la vida, sino por el contrario, la muerte.
Un punto clave en el concepto de Mbembe es que, en términos de la necropolitica, el soberano moderno realiza su decisión sobre quién debe morir y quién debe vivir en base a elementos económicos. La vida humana se valora de acuerdo a su impacto económico, es una mercancía mas, que se protege o al contrario se destruye tomando en cuenta su valor económico, su aporte y rol en la producción, su capacidad de consumo, etc.
En ese sentido, siguiendo las palabras de Rodríguez Martínez, este concepto, profundamente fundamentado en el análisis tanto de Foucault como de Agamben: “cobra importancia en tres sentidos: el primero, se decide quién debe vivir y quién morir; segundo, quien decide dicha exclusión-inclusión es el soberano; tercero, ya no se decide matar a alguien por dominar un territorio, sino el objetivo es la vida y la muerte de los hombres en términos de utilidad económica.”
Por lo tanto, biopolitica y necropolítica , serían conceptos constitutivos, más que opuestos. Dos caras de la moneda del poder que se aplican a un objeto y objetivo específico, dependiendo de qué sea lo que se busque gestionar, la vida de la población o la muerte de aquellos que el poder decide excluir de la población.
Tanto para Foucault como para Mbembe, estos dispositivos biopolíticos o necropolíticos se asientan sobre una misma matriz cultural; el racismo. Yo quisiera hablar tanto de racismo como en general de todos los criterios de exclusión como el clasismo, el sexismo, etc. Es en base a estos criterios culturales, que el poder determina como población a precautelar a aquella que se identifica con los presupuestos de hegemonía cultural que justamente lo sostienen como poder.
Criterios como lo blanco, hetero, rico, son aquellos que permiten al poder determinar gestiones biopolíticas para estos sectores. Mientras que los criterios de negro, mestizo indígena, diversidad sexual, pobreza, son los criterios a tomar en cuenta para la implementación de mecanismos necropolíticos.
Pensemos simplemente en la gestión de la pandemia del gobierno de Lenin Moreno. El autodenominado “Gobierno de todos”, ha establecido claramente la línea divisoria entre quienes son los “todos” para quienes gobierna y quienes son los que se encuentran fuera de su concepto del “todos”; es decir los nadies.
Su medida de gestión de la pandemia es el distanciamiento social, con esto en su generalidad estamos de acuerdo todas y todos. Se ha mostrado que el distanciamiento social es de hecho el método mas efectivo para evitar la reproducción del virus y contener la pandemia.
Sin embargo, una política de distanciamiento social, que no prevea a su vez mecanismos públicos de sostenimiento de los sectores más empobrecidos, es básicamente una política focalizada en un solo sector. Básicamente, el sector de la población que tiene las posibilidades de contar con métodos de subsistencia suficientes y adecuados, no solo para comer, sino incluso para trabajar desde el aislamiento social.
En ese sentido, es una biopolítica determinada a garantizar la vida de aquella población que se puede identificar con los criterios que representan al poder. Sectores blancos, de economía alta, ni siquiera ya de economía media pues un factor de esta pandemia, es el hecho de que el sector de excluidos se ha visto engrosado incluso por las capas medias de la población que antes gozaban de ciertos niveles de inclusión.
Por otra parte, tenemos el establecimiento de políticas, como forzar la transición de semáforos rojos a amarillos para reactivar la economía, volcando a miles de personas a las calles nuevamente, autorización de trabajos presenciales de construcción, comercio, etc., y además de esto el establecimiento de la libre circulación y un feriado abierto (con playas incluidas).
Estas políticas muestran claramente que, para el “Gobierno de todos”, la vida de todas aquellas personas que no cumplen los criterios culturales y económicos necesarios para ser parte de las biopolíticas del gobierno, es vista tan solo como una mercancía a ponerse en circulación para reactivar la economía. La muerte de estos sectores, funge como leña, como combustible para poner en marcha los motores de la producción y los servicios. Y en ese sentido como sujetos de una necropolítica que se encarga de gestionar su muerte con un sentido económico de la misma.