Moreno debe irse

Por Xavier Lasso

Sábado 11 de Abril de 2020

No, el ser humano no nació para morir; nació fundamentalmente para hacer su recorrido. Ese fatal determinismo, que nos recuerda lo que ya todos sabemos, presentimos, tememos, nunca viene al caso, peor en tiempos de epidemia.

Una sociedad debe siempre ser capaz de crear las mejores condiciones para que los jóvenes, de cualquier edad, puedo incluir ahí a los niños y niñas, tengan las mejores condiciones para ese vital tránsito.

Sin un buen sistema público de salud, sin un buen modelo de educación pública, que deje atrás los paradigmas del capitalismo crematístico, por individualista, condenamos a todos los que tienen el camino enterito, o buenos trechos por transitar, a la desesperanza y desazón. Aun los que ya hemos hecho la mayor parte de ese recorrido conservamos derechos.

No se puede pedir que quien gobierna haya estudiado filosofía, pero algo de sensibilidades debe abrazar e inspirarlo en sus compromisos del día a día. Cuando son evidentes esas carencias, pasa lo que hoy nos pasa trágicamente en nuestro Ecuador de estos días.

Cadáveres en las calles, piras de restos humanos al aire libre, gente tratando de recuperar los cuerpos de esos seres queridos que murieron en el abandono, olor a muerte por todos lados. La distopía que jamás pensamos posible nos a puesto en el peor de los mundos y, encerrados, obedeciendo hasta con sorpresa los que nos han pedido, empiezo a sentir una cierta indignación que debo permitir salga, debo expresarla: Lenín Moreno debe hacerse a un lado, debe proponerle a la Asamblea la muerte cruzada. Su manifiesta incapacidad nos ha llevado a este estado de conmoción interna que ninguna sociedad debe soportar por largo periodo, ¡no¡ porque las sociedades no pueden condenarse a la auto destrucción.

Y debe ser muerte cruzada para no quedarnos con todo ese grupo de alcahuetes que lo han venido acompañando; no puede quedarse ese vicepresidente que entró por la ventana y que ha estado más para la foto, como asesorado por aquellos que le han hecho creer presidenciable; no la señora Romo; no Roldán, no ellos.

Sí, Moreno tenía razón, él lo sabía pero no lo escuchamos: no quería ser presidente y hoy lo tenemos claro: no se sentía capaz. Quizá le quede aun un acto noble, el último de su vida pública: dejar que otros nos ayuden a salir de esta tragedia con el menor número de victimas posible.

Debe mirar a la cara a sus hijas, a los nietos, si los tiene, y reconocer que está sociedad será capaz de enmendar el rumbo, ¡qué la vida sí vale la pena¡ ¡que cada quien haga lo suyo con las chispas de alegría que de todos modos nos deslumbrarán¡

Debe tener el coraje de escuchar a la voz de su conciencia, aunque tenue, y callar a sus supuestos asesores que lo tienen como clavado a la silla de mando, un mando que hace rato se les escapó de sus manos.

Que la Asamblea, que para algo debe servir por fin, proponga una suerte de transición para encarar esta crisis, la peor en el peor momento, con gente que ya ha dejado escuchar sus voces, que no han estado como norias en el escenario de una política que, dramáticamente, nos ha arrojado al despeñadero.

Y tiene que ser ya, tenemos que movernos, con nuestros teléfonos, nuestras computadoras, ahí están nuestras voces que cada día deben ser más. Nuestras voces solo, señora Fiscal, esa nuestra arma y no hay conspiración, este es legítimo derecho de un pueblo que no puede asistir impávido al sacrificio de si mismo.

Reproducido por gentileza del autor.