Ya, que se vaya ¡Por Dios!
Por Xavier Lasso
Sábado 18 de Abril de 2020
Por lo menos en dos artículos de la Constitución está incurso el actual presidente para apearlo del cargo: 130, que nos habla de la destitución, numeral dos: conmoción interna; y el artículo 145 que nos habla de cuándo un presidente debe ser cesado, y Moreno, según su propia confesión, hace dos días en cadena nacional de radio y televisión, reconoció su incapacidad física, numeral 4. Hay que tomar en serio esta necesidad sino el camino no tiene salida, ni retorno tampoco.
Este ha sido un presidente que nunca debió serlo, su incapacidad ha sido manifiesta y, ahora, las mentiras de él, y de su equipo más cercano, han quedado evidenciadas, solo un ciego, y ese puede ser los medios en gallada, podría negar el criminal comportamiento de este gobierno.
El Registro Civil nos ha dejado horrorizados: solo en esta primera quincena de abril de este año, en Guayas han muerto 6.703 personas; para el mismo periodo en Pichincha 591. La diferencia, con similar población, podría explicarse por la pandemia coronavirus. Ahora tenemos claro que todo este tiempo Moreno, y sus voceros, ha venido mintiendo, ha jugado con el dolor de la gente.
Guayaquil es mi ciudad de origen, ahí fui adquiriendo todo lo que te marca para el resto de los días: escuela, colegio, universidad, el barrio, la pelota callejera, el ritmo de la Perla, último enclave caribeño de esta rica y muy diversa región.
Por eso duele, indigna tanta miseria, tanta indolencia, porque a cada llamada a gente cercana, te estremecía la noticia de que alguien querido había fallecido. ¿Por qué tantos, maldita sea? Sí, han sido tantos, ha sido una masacre, ha sido una canallada provocada por esta gente, hay que repetirlo, que pagó deuda y, al mismo tiempo, recortó recursos a la sanidad pública, prescindiendo de médicos, enfermeros, equipos, instrumentos. Otra vez: entre deuda y vida, escogieron hacer mucho más rico al capital financiero y dejar que la gente muera. ¿Dormirá Martínez?
Es casi seguro que en Guayaquil mientras se jugaba un partido de fútbol con estadio lleno, mientras se desarrollaban conciertos masivos, mientras se hacía campaña y manifestaciones, el coronavirus estaba ya instalado en la ciudad, nadie lo supo, no hubo cómo porque a la sanidad pública la dejaron en soletas. Ese el gran crimen, ese el comportamiento que el juicio de la historia, y ojalá de la ley, deberá sentarlos en el banquillo como a criminales de lesa humanidad por la masacre perpetrada.
Los testimonios son conmovedores, gente a la que en medio del dolor le aflora una sonrisa porque, al menos, pudieron rescatar el cadáver de ese ser querido y sepultarlo en algún lugar conocido para que, cuando pase la pesadilla, reunirse, recogerse en silencio ante lo que queda del padre o madre, hijo o hermano, abuelo o abuela, y concretar el duelo tan importante para nuestra propia psiquis.
Es en serio, Moreno debe irse, es cierto que en sus cálculos la cuestión pinta compleja: salir en quema, pero ¿a dónde? No hay vuelos, la mayor parte del planeta está contaminado, es como una sombra maldita persiguiéndolo, por eso creo que en sus negociaciones le tocará esperar hasta una mínima operatividad aérea y volar a sus otras casas con playas. ¿Y nosotros? ¿Y este país? ¿Esta sociedad? ¿Vamos a esperar a que casi todo se acabe?
La Asamblea, que hoy se ha sentido amenazada por el propio Moreno, o por sus secuaces, tiene que responderle a la historia y destituirlo o cesarlo. Pero no ha de ser para entregarle el poder a otro que ha estado ahí mintiéndonos también, cómplice en este diseño del horror, bueno para la foto, registro de una campaña miserable y sin ética: el vicepresidente.
Toca levantar la voz, como en el Sur, como otras veces en nuestra propia historia: ¡Que se vayan todos! La Asamblea, que en octubre se quedó muda, tiene este momento para algo reivindicarse, pero tienen que hacerlo ya, la Patria no puede seguir sacrificando a su gente.
Reproducido por gentileza del autor.